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El armario de los esqueletos

Quiero aprovechar la reciente e impactante noticia sobre las condiciones laborales a las que una editorial de juegos de rol española ha sometido, presuntamente, a uno de sus empleados para lanzar unas reflexiones. No voy a entrar al trapo a cuenta de la editorial o el individuo porque no cuento con la información necesaria para lanzar alegatos refrendados y porque creo que deberíamos aprovechar el caso para poner el foco en un asunto más de fondo. Asimismo, y a diferencia de otras épocas de este mismo blog, no me apetece nada entrar en la dinámica culebronesca de alusiones personales a la integridad de acusados y acusadores (bandos afines incluidos), porque hace tiempo que no me estimula nada el espectáculo y poco me interesa que se hable de mí, sino más bien de lo que digo. Lo que diré a continuación tiene tintes deliberadamente generales.

Hace mucho que me muevo en los mentideros del mundillo de los juegos de rol y, a decir verdad, hace tiempo también que me he desmarcado de esos soportales donde cunden los rumores de portera. Pero, para bien o para mal, probablemente debido a mi discutible trayectoria en estos entornos y a la gente que he ido conociendo con los años, puedo decir que valgo más por lo que callo que por lo que sé.

Dicho esto, todos tenemos que asumir que en la industria rolera hay tantos focos de podredumbre como en cualquier otro lugar de nuestra sociedad. La economía sumergida, el trato poco profesional, el enfoque de editoriales y pseudoeditoriales a la hora de afrontar sus proyectos y su política de recursos humanos, el conocimiento del medio, los egos, las pasiones, los frentes... Son hechos consustanciales a nuestro mundillo que, por lo general, preferimos barrer bajo una alfombra de autocomplacencia para vivir en una realidad de perfección impostada. Me recuerda mucho al clima político de este país, y no creo que sea casual. Si negamos la existencia de un problema, este no existe o, con suerte, pasa al plano subconsciente que no ha de molestarnos la bonita ficción que nos hemos montado.

Esta ficción antes yo la llamaba buenismo. Con el tiempo, me he dado cuenta de que el buenismo no es la dimensión en sí, sino un componente sustancial del mismo. El buenismo ha pasado de englobar a la comunidad a sectorializarse por bandos afines. Sí, por desgracia, el ,mundo rolero, tan pequeño que es, se ha ido resquebrajando con el tiempo en pequeñas naciones artificiales con sus césares, sus sumos sacerdotes y sus voluntariosos súbditos dispuestos a inmolarse en las redes por su colectivo. Qué le vamos a hacer, somos seres gregarios; gregarios con ficha de personaje cincelada en piedra en el caso del rol.

Este frentismo hace que la verdad, si es que es discernible, perezca bajo un ruido ensordecedor de trifulcas donde todos, incluido un servidor, sabemos más que nadie de todo. Cuando salta un escándalo de estos, todos corremos a los puestos de combate y preparamos las armas para disparar a lo que sea. Todos tenemos una posición que adoptar, un alineamiento que mantener y, sobre todo, la necesidad de lanzar al público nuestras conclusiones. ¡Miradme ahora mismo si no!

Pero no os confundáis: lo que me impulsa a escribir estas líneas es uno de los últimos estertores de lo que en su día impulsó este blog en su época dorada bajo la personificación de un broncas: invitar a la reflexión, que bien es necesaria en este entorno nuestro.

Antes dije que éramos gregarios. También somos aspirantes a reinar en una colina. En el mundo del rol esto se traduce en montar una editorial, un grupo creativo, una plataforma de publicación; cualquier cosa que tenga que ver con conformarse en una estrella más en el firmamento rolero, con su gravedad y su capacidad de abrasión. Sé de buena tinta que abunda la prepotencia y una buena dosis de "aquí mando yo y se hace lo que yo digo". Es el mal de nuestra sociedad: confundimos la autoridad con el autoritarismo. Y si hay dinero de por medio, muérete. Unida esta naturaleza consustancial (salvo honrosas excepciones) a la opacidad con la que funcionan las cosas y a la que antes me refería, se nos queda un caldo de cultivo cáustico e inestable como la nitroglicerina. Iniciativas que más se parecen a una estafa piramidal que a un proyecto, selección de colaboradores por servilismo en lugar de mérito, impagos, condiciones contractuales leoninas que a veces vulneran la ley misma, condiciones de trabajo presuntamente deleznables... Todo eso ocurre, no nos engañemos.

Y los culpables pueden ser muchos y variopintos, pero a los que yo aludo ahora es a los cómplices. Cómplices del silencio en aras de mantener una pátina de "aquí no pasa nada" hasta que se dan estos inusuales picos, que son como válvulas de escape a una presión de fondo que necesita salir por cualquier sitio. Pero considero que esta presión sería mucho menor si los afectados por los pequeños y grandes abusos de este mundillo hablaran de su experiencia para evitar que otros cayeran en la misma trampa. Eso ayudaría a que fuésemos exigentes con los editores más allá del papel o el número de páginas. ¡Ética! Ese concepto que parece que damos por hecho, pero que a veces no cunde tanto como sería deseable.

Ojalá todos aquellos que me han relatado al oído verdaderos relatos de espanto sobre los que públicamente se consideran los gurús del mundillo hablaran con las persianas subidas para ayudarnos todos un poco. Lamentablemente, toda posibilidad de mejora o redención está subyugada a una ley del silencio que nos hemos autoimpuesto porque nadie quiere ser el primero en ponerle el cascabel al gato. ¿Por qué? Por el servilismo que he mencionado antes y porque todos queremos brillar, todos queremos dejar impronta, ser alguien, y para eso hace falta acercarse a quienes crees que tienen la llama de la verdad, la llama que calienta, que da cobijo y ahuyenta a las bestias de noche. Solo que a veces las bestias son las que portan la llama. Ser alguien. ¡Sé alguien en tu casa, en tu vida, con tu familia, joder!

No queremos ser marcados como el chivato, esa psicología tan antigua, tan tribal. Preferimos que el agravio se repita, a ser posible con otro, mientras persistimos en nuestra carrera al estrellato. Y a veces se nos va la vida en la carrera.

Algunos, unos pocos, triunfan y llegan. Son los colaboradores, las manos derechas, los empleados VIP, los que se llevan una tajada o los que están ungidos para ejercer de oráculo a través del cual habla el Gran Kahuna. Por eso, tan estéril como el silencio y la omertà son las salidas en tromba de empleados agradecidos que claman al aire que son más que un grupo de trabajo, que son una familia. ¡Como si eso fuese incompatible con que alguien pueda ser tratado como no es debido! ¡Como si una empresa, una editorial, fuese un ente uniforme en todos sus extremos y lo que vale para un caso vale para el todo. ¿O es que tan difícil es admitir que en cualquier organización siempre habrá favoritos y descastados?

Así funciona el mundo, y el rol está en el mundo. Es y será objeto de malas prácticas así como de grandes virtudes, pero sería bueno que empezásemos a llamar por su nombre a cada cosa. Que los buenos profesionales no reciban palos solo porque no nos caen bien; que los que sufren agravios no callen hasta que es demasiado tarde; que los estafadores sean delatados y el mérito se premie por encima de otras cosas. Que podamos ser adversarios en el pensamiento, pero humanos en el trato.

Me hago viejo para tanto culebrón y el tiempo es un bien tan valioso que no cabe derroche. Visto lo visto, merece la pena que tratemos de ser más honestos con nosotros mismos, quizá de recolocar los listones de calidad, trascendiendo los meros manuales y poniendo el foco en la cultura de empresa de cada cual. Animo a los que sabéis cómo funciona realmente la sala de máquinas a que advirtáis a vuestros eventuales futuros compañeros para que no tengan que comulgar con ruedas de molino. El silencio puede ser ensordecedor y, peor aún, cómplice. Antes hay que salir del armario. Porque no caben más cadáveres.
El armario de los esqueletos Reviewed by Omar El Kashef on 15:37 Rating: 5

3 comentarios:

Javi dijo...

Comento para dejar constancia de lo alucinado que estoy. Hacía mucho que no veía un caso tan descarado de "voy a hablar de forma general" y acto seguido escribir refiriéndose directamente al caso concreto con el que empieza.

Los dos o tres "presuntamente" colocados de forma aleatoria son el broche humorístico perfecto.

Solo eso, que no ha colado esa supuesta neutralidad y ese "no opino porque no tengo datos".

¡Un saludo!

Nirkhuz dijo...

Pues muy correcto. Cualquiera que piense que en el 'mundillo del rol' todo es perfecto, que se quite de la venda de los ojos.

Hay empresas, hay dinero, hay jefes y hay mandados. Lo que no entiendo es la legión de seguidores (o detractores) de dichas empresas porque son entes que no les aportan apenas nada a sus vidas, solo material de consumo para su ocio que luego tendrán que usar con sus colegas (o leer). Vamos, no te están salvando la vida.

Omar El Kashef dijo...

Javi, todo lo que comento a partir del segundo párrafo está inspirado en lo que muchas personas distintas, colaboradoras de primera mano de diversas iniciativas editoriales, me han contado a lo largo de muchos años. Eres la prueba viviente de que sí hay una cierta cultura extendida de hacer las cosas al dar por sentado que hablo exclusivamente de quien tú crees. Y sí, si no puedo demostrar que ha habido abusos laborales en NSR, tendré que hablar de presunción, por cómico que te parezca. ¡Al menos alguien se ríe en todo este asunto!

Un abrazo.

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